El día se agolpa donde dobla la esquina
Lisboa es un límite,
pradera de labios.
Arduo trajín,
las horas se suceden como flechas
compiten por un blanco pantanoso.
He dejado la caricia,
las palabras,
la hondura de humedad,
la otra sed,
la del olvido.
Ahora tengo amigos
la casa está dispuesta
la jornada no es ardua,
en fin he amado de día.
Sucede que a veces,
doblo la esquina,
las luminarias parpadeantes,
me devuelven las palabras,
la caricia
la lluvia,
la humedad salada,
entonces ocurre que el día topa en mi frente,
y me avisa que Lisboa es el límite.
Francisco Padilla.
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