Por Peg Boyers
Para mi madre
No –dijiste, sacudiendo la mano–,
no el primero. Nunca hubo un primer abanico.
Un tirón a los pliegues
desgastados revela un cliché oriental:
un estanque, montañas, árboles en
la niebla,
juncos meciéndose en el viento.
Una cinta de gasa coloreada une
las veinte varas delgadísimas
talladas en un sándalo inodoro.
En la base un anillo de marfil.
Y colgando del anillo, como
la borla de un birrete de
graduado, una docena
de sedosas hebras, vestigio
amarillento
de la coleta que me cosquilleara
en busca de la brisa.
Me corriges desde tu cama de
hospital,
un ave frágil apoyada en las
almohadas. Presa
en el nido y más allá del
esplendor,
con los recuerdos trabajando por
la vida.
Como zapatos, siempre tuvimos
abanicos.
De China,
no de Cuba.
Mi primer abanico, el que yo
recuerdo, era tan largo
como mi brazo y sin dudar cubano,
una defensa adulta y femenina
contra el calor del trópico, que
yo agitaba
con un severo aire flamenco que
ocultaba
–o revelaba–
una sonrisa coqueta.
Hoy su reemplazo cabe en mi mano
como un juguete.
Un paisaje banal sangra en su
reverso,
líneas de ayer que no pueden
leerse.
Te ayudo con cautela, cuido tu
régimen,
te doblo y te desdoblo en tu cama
de enferma.
Tus huesos crujen como ramas, se
rehúsan
a curvarse con la carga de la
piel, una armadura
cansada de la forma que soporta.
Respinga en su protesta,
luxa tus vértebras como probando
su argumento. Uno,
dos cracs, luego la pelvis por si
acaso.
Quiero ceder, quiero ayudarte en
la última ruptura.
Pero tu desganado corazón bate
sus alas:
todavía no, todavía no,
como tu hermano Lelén cuando
volvió de aquel infarto
gritando al hombre de la
funeraria:
¡Todavía no!
Se desovilla tu espina dorsal,
precaria como muda de serpiente,
sin apoyo; tan solo permanece la
envoltura. Eso
y la tenacidad ambivalente.
Aun así te curas.
En Cuba, una bifurcación en el
camino
es un abanico, rayos abiertos
como una baraja,
moviéndose hacia fuera y hacia
dentro,
ida y vuelta,
senderos que convergen en un
punto.
Havana fan,
abanico habanero,
habanera–
mamá–
vieja coqueta, ajada señorona,
antigua cola de pavo real,
añoso adorno, te haces polvo en
mi mano. ~
Versión de Julio Trujillo
Letras Libres
Septiembre 2012
http://www.letraslibres.com/revista/poemas/abanico-habanero
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Poema publicado en:
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