I.
nos despertamos con él
no lo tendremos bajo control
sino hasta la noche
comienza su agitación
Miedo. Eso en lo que entramos al
traspasar el umbral.
da vueltas
y nosotros en él
perdiendo el equilibrio
hecho nudo
adentro
como exprimido
incluso las cosas comienzan
a perder aplomo
todo se ablanda
uno se afana por salir
de la zona de peligro
o bien se hunde
y se echa tierra encima
alrededor
adentro y a través
como si hubiera permeabilidad
y el de adentro
se une al de afuera
desaprueba
y enfrente
el cuerpo se queda inmóvil
o si no el cuerpo es
helada envoltura
con el miedo moviéndose
adentro
el agua sube
y la arena y la tierra en el agua
uno calla
en el lodo
frío
II.
sentimos en la sombra
a nuestro alrededor
un movimiento más oscuro
y lento
la sombra nos acecha
escrutamos sin ver
sin saber qué nos espera
avanzando a ciegas
con miedo de perdernos
presentimos
el momento
en que se derrumbará el fino
caparazón
lentamente construido
cuando logramos escapar
ya no queda nada que el miedo
pueda
destruir
entonces
a veces reímos
cuando recorre el cuerpo
loco y azotando la cabeza en las
paredes
no dormimos
en cuanto los ojos empiezan a
cerrase
lo sentimos
como agua que brota
desde el fondo
zozobramos en él
no dormimos
quién puede aguantar
con el aire y la arena
en la boca
girando en la lengua
asfixiantes
quién puede decir
con el agua
en la boca
lo que haría retroceder al agua
III.
Al amanecer, una fina llovizna.
Al abrir la ventana, uno recibe
en pleno
una bocanada de agua y de
tierra fresca.
Al amanecer ya pasó lo más duro.
Antoine Emaz
Traducción: Una Pérez - Ruiz
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