viernes, 27 de enero de 2017

SIN MORIR


Estas arrugas son nada.
Estas canas son nada.
Este estómago que cuelga
con comida vieja, estos tobillos
amoratados e hinchados,
mi cerebro oscureciéndose,
son nada.
Sigo siendo el niño
que mi madre besaba.
Los años nada cambian.
En las noches sin viento del verano
siento aquellos besos
resbalar desde sus labios
oscuros y lejanos,
y en invierno flotan
sobre pinos helados
y llegan cubiertos de nieve.
Me mantienen joven.
Todavía es indomeñable
mi pasión por la leche.
La inocencia me guía.
Gateo de la mesa a la silla
y de regreso.
No moriré.
Mi cuerpo, el grave resultado,
la seña de mi nacimiento,
recuerda y se aferra.


MARK STRAND

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